Night in the Woods
Mae, la felina protagonista, deja la
universidad para volver a Possum Springs, su pueblo natal, y retomar
la vida antes de ir a la universidad. Mae parece ser la misma gatita
inquieta, rebelde y sarcástica que abandonó Possum Springs hace dos
años, pero Possum Springs ha cambiado mucho y sus gentes con él.
También hay que sumarle a la fórmula los extraños sucesos que
ocurren y oculta Possum Springs que mantendrán la atención de los
más inquietos.
El gran patinazo de Night in the Woods
está en su historia, o mejor dicho, en sus dos historias explicadas
de forma tangencial. Para mí, Night in the Woods es, sobretodo, una
historia sobre crecer y el paso del tiempo; pero la parte más fantástica de la aventura
me saca de una experiencia que se siente real y tangible. Y
para crear un contraste aún más grande con los momentos más
mundanos de Night in the Woods, estos instantes oníricos son
tremendamente obtusos y abstractos. En otros videojuegos no me
molestaría tanto, pero en un juego tan claro y sincero como éste:
me chirría más de la cuenta. Aunque es muy difícil crear esa
historia mundana, real y rutinaria que pido, pero es que todos los
demás ingredientes que harían falta están ahí.
Empezando por Mae como una protagonista
que, pese a tener 20 años, sigue siendo una niña; una eterna joven
que no tiene más aspiraciones en la vida que estar con sus amigos
haciendo lo que les venga en gana. Pero como todo buen personaje: es
más de lo que puede parecer. Mae tiene un gran problema de ira y
frustración que le ha hecho perder el control más de una vez; esto
ha generado una inseguridad en sí misma y una incapacidad de
relacionarse con gente que no sea de confianza. Pero cuando está en
su zona de confort, es una gatita divertidisima y la mar de
entrañable. Sin dejar de ser una gamberra y una “culo inquieto”
que busca la diversión al precio que sea necesario. Mae encapsula la
juventud y eso la hace una protagonista fantástica, porque crea un
lazo instantáneo con el jugador, que se siente reflejado en ella, y
genera un contraste con el mundo real en el que habita: representado
por sus amigos Gregg, Angus y Bea.
Mientras Mae estaba en la universidad,
ellos han tenido que plantar cara a la vida y crecer en el proceso y
esto aunado a unos maravillosos diálogos; los convierte en uno de
los pilares de Night in the Woods. Me fascina como cada uno se siente
como un individuo único y real. Night in the Woods brilla en los
pequeños momentos con una luz deslumbrante; detalles como que Gregg
no se coma los bordes de la pizza o Angus no corra porque tiene asma
consiguen darle peso y verosimilitud a estos entrañables seres.
Estos detalles genera una ansiedad por saber más de ellos,saber qué
ha ocurrido en estos años y cómo ven su futuro. Poco a poco
profundizamos más y más en ellos y se nos hace imposible no
quererlos. Son tan importantes que hasta la rejugabilidad está reñida
a ellos más que en la historia. Y solo estamos hablando de los
amigos de Mae, pero el elenco de personajes es mucho más grande y no
hace más que aportar más riqueza al conjunto. Como los padre de Mae
que son ese espejo futuro en el que Mae se ve reflejada en unos años
o los vecinos de Possum Springs que desprenden una nostalgia y
melancolía hermosa a la par que triste.
Porque Possum Springs es un
protagonista más en Night in the Woods: primero en la parte
mecánica, marcada por las plataformas en los cables y edificios
junto a una maravillosa y gratificante exploración orgánica que nos
mostrará que ese pequeño pueblo desprende una vitalidad escondida; y
segundo reforzando ese sentimiento de nostalgia y paso del tiempo.
Gracias a esa maravillosa exploración empezaremos a saber del pasado
de Possum Springs, una ciudad que vivía de la minería y que destaca
por su lucha obrera por los derechos de los trabajadores y los
altercados generados por esas demandas. Esto vuelve a reforzar aún
más esa verosimilitud de Night in the Woods; la minería siempre ha
sido un símbolo de la lucha obrera, pero con el paso de los años y
la dependencia de otras fuentes de energía, las poblaciones y
negocios pequeños han sido abandonados y obligados a buscarse la
vida en un mundo globalizado y liberal. Donde la lucha obrera parece
haber retrocedido unos pasos atrás obligada por su propia
subsistencia. Esa es la sensación que destila Possum Springs y sus
habitantes más ancianos, una nostalgia de días mejores y una
preocupación por la falta de posibilidades para los jóvenes del
pueblo, que deben buscar formas de prosperar fuera del pueblo que les
vio crecer.
Pero aún no he hablado de lo que
vertebra la experiencia: los diálogos. No creo que tenga que decir
mucho, la verdad; son diálogos muy bien escritos y ejecutados a la
perfección. Sé que me estoy repitiendo, pero si algo tiene que
destacar en Night in the Woods es lo real
que sé siente cada conversación, cada chascarrillo metido sin que
rompa el ritmo, los silencios que demuestran una maestría con los
tiempos. De verdad que puede parecer más sencillo de lo que es, pero
me parece muy difícil conseguir una calidad tan sólida durante todo
el juego. Lo que más valoro la capacidad de despertar en el jugador
una sensación constante de identificación con lo que ocurre; ya sea
con una discusión con nuestros padres o bromas y momentos con los
amigos. Otros juegos como Life is Strange( juego que le tengo cierto
cariño, pero que patina estrepitosamente en este sentido) se pierde
en su buscada de ser moderno y juvenil y termina en un tono edgy que
recuerda al Señor Burns disfrazado de Jimbo, pero Night in the Woods
consigue trasladar 1:1 esos momentos tan único a través de sus
diálogos.
Antes de llegar al final de este
análisis no podía olvidarme del mayor reclamo y lo que hizo que
esta aventura fuese un éxito de Kickstarter: su apartado artístico.
Es simple y llanamente uno de los videojuegos más bonitos que he
podido jugar en toda mi vida. No se me ocurre un “pero”: es
perfecto y no hay más. Unos escenarios coloridos y cálidos que
crean imágenes preciosas y son fondos de pantalla instantáneos. Y
la música que parece estar un poco más de segundo plano y
cumpliendo la simple función de una banda sonora, pero se redime en los
momentos catárticos que son los ensayos con la banda: unos
maravillosos momentos de desconexión donde nuestros protagonistas,
por unos instantes, dejaran a un lado sus vidas para disfrutar de la
música. Tampoco se va a quedar fuera el maravilloso y expresivo
trabajo de animaciones que al principio puede parecer inexistente o
limitado pero poco a poco, como si los jugadores y el juego fuesen
cogiendo confianza, irán acompañando y enfatizando los diálogos.

Y eso es todo amigos; Night in the
Woods es un grandísimo juego, pero no dejo de pensar que le ha
faltado rematar la faena al final. Pero a pesar de todo, ha dado una
de las experiencias de juventud más sinceras y reales que he podido
disfrutar. Es único, carismático, precioso, divertido, crudo y
estimulante. Gracias a Night in the Woods creo haber encontrado la
respuesta al porqué me gustan tanto este tipo de historias de
juventud; porque es su máxima expresión, me hacen crecer como
persona, aprender de los errores y coger perspectiva de la vida.
Night in the Woods ha conseguido condensar en un pequeño videojuego
indie la sensación de la juventud en su estado más puro y de algo
así solo se puede aprender.
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