FAR: Lone Sails


El silencio es una virtud muy poco valorada para el gran público; todo debe explicarse para que nadie se quede atrás. No vaya a ser que hagas sentir a tus espectadores desorientados o estúpidos. Esto genera productos pre-masticados y de fácil digestión que pasan sin pena ni gloria por los sentidos del espectador. Lo que más lastima me provoca es las experiencias que se pierden estos espectadores y los productos que pierden su esencia para atraer al gran público. Es una verdadera lastima porque esto hace más difícil ver experiencias realmente destacables y que valgan la pena. Tanta moda, tanto juego derivativo y tanta dependencia de una narrativa diseñada para personas con déficit de atención terminan cansando a más de uno. Pero siempre hay luz al final del túnel (o eso dicen) y esa luz, esta pequeña estrella en el enorme firmamento, esa pequeña ascua que se niega a apagarse da sentido al viaje. Un viaje que vale la pena recorrer en busca de aprender, disfrutar y vivir una experiencia única. FAR: Lone Sails es ese viaje singular.
FAR: Lone Sails es un viaje por unas tierras en decadencia en busca de un lugar mejor, una nueva vida. Nosotros somos un o una pequeñ@ que, gracias a un viejo y extravagante vehículo (mitad coche, mitad locomotora), atravesaremos las vastas tierras que nos separan de una vida mejor y sobreviviremos a las inclemencias del tiempo. No quiero rebelar más sobre el destino porque creo que el impacto final es clave para entender el mundo que nos rodea. Un mundo muerto y donde el silencio será la única respuesta que obtendremos por su parte.
El silencio es el diálogo de FAR: Lone Sails: sobran las palabras. El mundo se comunica a partir de ese silencio; se nos coloca en un ”aquí” y un “ahora” y se nos deja libres para reconstruir, como sí de un puzzle se tratará, la historia de este triste y desolado mundo. Un mundo sucio y devorado por la contaminación y un más que visible cambio climático; la gran industria que vemos en nuestra travesía, ostentosa y moderna, caída en desgracia; una dependencia insana por el combustible. Todo dibuja un mundo desolador y despiadado que iremos descubriendo poco a poco con cada alto en el camino o durante los paseos con nuestro fiel y amado vehículo.
La conexión entre hombre y máquina es clave para la aventura. Puede parecer extraño pero dentro de este ensordecedor silencio que reina por los paramos que atravesamos, nuestro vehículo será el único que este a nuestro lado, en las duras y en las maduras. Es nuestro compañero y amigo. Esta dependencia puede parecer en un momento unidireccional pero a lo largo del viaje nos veremos en situación de ser nosotros quien saquemos las castañas del fuego y nos echemos el equipo a la espalda. Puede parecer una locura, pero la soledad en la que te sumerge el mundo de FAR: Lone Sails nos hace valorar a ese silencioso amigo.

Esta conexión se construye de forma soterrada y sutil gracias a pequeños detalles; como los gatillos específicos para cada uno, gatillo izquierdo para centrar la cámara en nosotros y gatillo derecho para fijarnos en el estado del vehículo, que nos muestra como la cámara con la que avanzamos por defecto es un plano intermedio que nos une a los dos; la expresividad del vehículo con el poco sutil turbo y la banderola que nos muestra la dirección del viento para mostrarnos cuando es momento de apagar motores y izar las velas; los cabos de los cuales tiramos cuando no hay combustible y nos toca ser a nosotros el motor. Esto y más hace que sintamos esa conexión y dependencia tanto del uno como del otro. Y todo esto lleva a la catarsis que son los momentos en los que por circunstancias adversas tenemos que reparar sobre la marcha el vehículo o nos separamos. Los momentos más agónicos y intensos de la aventura que sientan la base de la tensión durante todo el largo viaje.

Un viaje donde tendremos momentos para todo: sufrir, relajarnos y emocionarnos. El ritmo de viaje es casi perfecto con un equilibrio constante entre todo tipo de momentos y situaciones, aunque los altos en el camino con un pequeño puzzle de físicas y plataformas puede llegar a hacerse repetitivo para algunos. La gestión del combustible y las paradas de emergencia para recoger lo que nos encontremos y lo echemos al deposito sin miramientos consiguen darle vidilla al viaje: siempre debemos estar al tanto del combustible. La físicas en FAR: Lone Sails son clave para dar peso y verosimilitud a todo lo que nos rodea. Es un trabajo magnífico de físicas que nos hace sentir el peso de nuestro vehículo en un juego en scroll lateral. Un scroll lateral que nos obliga a mirar siempre adelante, pase lo que pase: hay que mirar hacia adelante.

Todo estas sensaciones y conceptos que he ido diciendo durante todo el texto son transmitidos gran parte de ellos por el brillante apartado artístico de FAR:Lone Sails. Unos colores pálidos y apagados que hablan por sí solos y que destacan los rojos que usan los diseñadores para destacar las zonas, objetos de interés o nuest@ protagonista sin necesidad de un HUD. El impacto visual que causan las tormentas y los atardeceres es abrumador; es un “no parar” de hace capturas. Pero la música no esta tampoco por debajo. La banda sonora no enmascara el silencio, sino que lo complementa y acompaña en ocasiones y solo coge un gran protagonismo cuando esta lista para evocar sentimientos claros y concisos.
FAR: Lone Sails es un melocotonazo con todas las de la ley. Aprovecha cada uno de sus apartados para aupar su maravillosa aventura a los cielos de la narrativa audiovisual. Es un maravilloso equilibrio, es un funanbulista experimentado que no teme al silencio. Nada le falta, nada le sobra; me parece lo mejor que se puede decir de una obra. Es rozar la perfección con la yema de los dedos. Para más inri es una obra que me cuesta pensar que el tiempo le pueda tratar especialmente mal y que será vigente muchos años. Espero que con el tiempo se pueda reconocer esta obra como una de las grandes obras del año. Que los grandes hagan el ruido que quiera, que el silencio es eterno.


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