Pikuniku
La comedia en los videojuegos no suele
estar ligado a las mecánicas. Cuando encontramos comedia en un juego
suele estar sujeto a los diálogos y puede ser desde un chascarrillo
simple e infantil a un humor más elaborado. Dentro del humor
mecánico podemos encontrar cosas como Chuchel, que a mi parecer es
un juego cómico con todas las de la ley y de los más divertidos que
he jugado. Pikuniku no es tan bueno como la obra de Amanita Design,
pero si que es un título al que merece la pena dar un tiento;
jugando a él es imposible no acordarse o ver similitudes con juegos
como Goat Simulator o Ocktodad, juegos de la ola de comedia mecánica
que se popularizaron hace ya unos años. Pero esos juegos se sienten
vacíos y sin alma, solo una risa que poco a poco se desvanece en su
propio mediocridad. Pikuniku no cae en esos errores y se convierte en
una experiencia muy amena y agradable que siempre saber renovarse y
sacar una sonrisa.
Mientras jugaba a Pikuniku no dejaba de
pensar en porqué estaba disfrutando tanto con él; fuera de su
cuidado guión, el juego es agradable a los sentidos y relajante a su
manera. Tres son los factores que dan ese placer: Las físicas, el ya mencionado humor, y el feedback visual y sonoro.
Las físicas son lo que vertebra el
juego. Pikuniku a primera vista puede parecer una especie de sucesor
o refrito de los juegos comentados antes como Goat Simulator, pero si
algo los diferencia es el pulido de ambos títulos; Goat Simulator no
está pulido adrede porque su gracia se sustenta por sus errores de
pulido: Npc que salen por los aires, personajes que atraviesan
supeficies, ect... Pikuniku presenta un pulido y unas mecánicas, que
aunque escasas, jamás vamos a ver romperse o flaquear siquiera.
Los puzzles tampoco se quedan atrás y
sin perder jamás la sencillez que parece destilar Pikuniku, son las
partes con más chicha en lo jugable. En los puzzles se aúnan todo
lo que hace ser algo especial al juego: el trabajo y el humor. Los
puzzles en algunos casos deben ser resueltos de forma drástica y
exigen soluciones poco ortodoxas y en esos momentos brota el humor
mecánico que, aunque no está tan presente como podría, regala unos
momentos de alegría maravillosos. Pero, en su mayoría, son puzzles
clásicos y cumplidores sin más utilizando las físicas.
El tan cacareado humor detrás de
Pikuniku consigue llegar al jugador por su costumbrismo y lo raro que es verlo
en los videojuegos: personajes que te recuerdan de fregar los platos
si has comido queso rallado, porque sino se seca y no hay dios que lo
saque después, máquinas que, al darse cuenta que no cobran, deciden
montar un sindicato o entidades cósmicas que no saben el porqué de
la vida. Pikuniku está repleto de este humor que parece ser
transversal y llena de encanto cada rincón; motivando así, aún
más, la exploración.
Pero lo que es más destacable en
Pikuniku es su apartado visual y sonoro y cómo se combinan con el
juego a unos niveles mágicos. El movimiento se siente grácil y
fluido, sin dejar de lado las físicas y el peso de Pikuniku, claves
para los puzzles y plataformas. El diseño de arte es sencillo pero
no necesita más; es agradable a la vista y jamás entorpece el
juego. Pero donde reside el toque maestro es en los efectos de sonido
y su integración en la banda sonora. La banda sonora de Pikuiku no
para quieta como el propio juego y por eso, en cierta medida,
formamos parte de ella. Cuando pisamos una seta que nos hace bolar
por los aires o las propias pisadas de Pikuniku en una cueva, todo se
integra con la banda sonora. Es algo que puede pasar desapercibido
pero es un detalle que hace click en la cabeza y te mete más en la
experiencia; y si la banda sonora destila alegría y nosotros podemos
contribuir o formamos parte de ellos, pues todos contentos.
Pikuniku es un agradable y pequeño
bocado que llevar a la boca. Lejos de ser perfecto, logra desprender
una alegría pura con sus pequeños detalles y su trabajo pulido.
Pese a no ser un juego mecánicamente cómico, tiene su valor porque
pocos juegos buscan crear una sonrisa y muchos menos lo logran y eso
debe ser motivo de alegría.
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