Sayonara: Wild Hearts


Siempre se tiende a comparar el cine y los videojuegos; siempre ha existido esa obsesión de replicar su forma de afrontar una historia. Es cierto que hay similitudes por ser dos artes visuales y sonoras, pero el acercamiento es diferente; una película utilizará el plano, los colores, los actores y demás para contar lo que tenga que contar, pero el videojuego tiene un factor que desestabiliza la hermandad entre las dos artes: el jugador. El plano, los colores, el escenario y lo que reste se ven subordinados al jugador; dicho de otra forma: el videojuego es un artes fundamentalmente inmersiva. Por eso el videojuego se me asemeja más a la música que al cine; dos artes basadas a transmitir a través de sus sistemas sensaciones y sentimientos. Y sí, las letras son la forma fácil de transmitir emociones igual que las cinemáticas de explicar la historia de un videojuego, pero en la versión más pura de ambas artes, si les quitamos todo lo prescindible, nos seguirá quedando dos experiencias inmersivas y funcionales.
Sayonara: Wild Hearts entiende esta relación entre ambas artes y las fusiona en un maravilloso experimento.

El equipo de Simogo nos presenta una propuesta de lo más singular: un disco videojuabilizado. Los artistas Daniel Ólsen y Jonathan Eng, compositores del disco, nos llevarán de la mano por los acontecimientos de su disco conceptual sobre los altibajos de una joven a la que le han roto su corazón. Con un toque fantasioso, gracias a una narradora que relata todo como si de un cuento se tratase, se introduce lo que está por venir. A partir de ese punto la música nos llevará por el vaivén emocional de la pobre chica protagonista. Conflicto, melancolía, depresión y aceptación son los principales sentimientos que construye y refuerza la banda sonora de Sayonara: Wild Hearts con piezas de música electrónica que según sea necesario oscila entre la electrónica más noir o se desmelena y nos presenta momentos más pop y comerciales con letra. Estos cambios de tono según sean necesarios para la trama le dan una tono de viaje a su banda sonora que tiene un principio, un nudo y un desenlace; se siente una evolución dentro de la propia banda sonora.
La segunda mitad de Sayonara: Wild Hearts es la parte de puro videojuego: el diseño y las mecánicas. Las bases de la obra de Simogo no pueden ser más simples y ancianas, como nos enseño Pac-Man o Mario: atrapar cosas brillantes. Una vez puesto el anzuelo solo hará falta ir a por él; en Sayonara: Wild Heart nos dedicaremos a movernos de un lado a otro recogiendo corazones para aumentar nuestra puntuación o esquivando obstáculos a toda velocidad.
Pero no solo bastará con moverse, el juego de Simogo variará poco a poco y nos pondrá nuevos retos como Quick Time Events o escenarios que variaran de un instante a otro. Igual que comentaba antes que la banda sonora variaba si la aventura lo necesitaba, el juego también y eso aporta una maravillosa variedad al conjunto de niveles que conforman la aventura. La evolución es lo que más sorprende de este viaje, que en un principio puede parecer más simple de la cuenta, pero que termina siendo una vorágine de emociones y de momentos muy hermosos.

Para aportar la variedad tan aplaudida, Sayonara: Wild Hearts utiliza todo los recursos posibles: cambios de perspectiva, cambios radicales de movimientos, nuevos artilugios y niveles cada vez más enrevesados. Es un juego que recomiendo re-jugar y buscar de hacer puntuaciones altas para entender lo profundos y variados que pueden ser los niveles.

Todo lo expuesto hasta ahora se resume a la perfección en el mejor nivel del juego: el enfrentamiento contra los Stereo Lovers. Un nivel musical con un diseño y un carisma propio apabullante, único e inigualable; uniendo la música y el diseño de niveles para crear uno de los niveles de videojuego más insirados y perfectos que un servido se ha echado encima.
La obra de Simogo es maravillosa, la verdad. Una fusión perfecta de dos artes que comparten más de lo que uno puede creer y que se desarrolla con mano experta en ambas partes para crear un conjunto sin fisuras. No molesta ni fracasar, porque los sentimientos están tan a flor de piel y lo estás disfrutando tanto que no sale ni quejarse. Sayonara: Wild Hearts en un viaje: y lo importante de un viaje es ir por el camino con una canción en el corazón.

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